Trasladar a nuestros niños, cualquiera sea el medio de transporte que utilicemos, siempre nos presenta un desafío en la seguridad. Los hijos, son nuestros tesoros más preciados, y siempre aspiramos a que no sufran daños de ningún tipo. No obstante a veces incurrimos, por desconocimiento de los riesgos o el exceso de confianza en la buena fortuna, en errores que los exponen a peligros.
Hoy queremos enfatizar en la vital importancia de que los niños que viajen en un automóvil lo hagan sujetos por un sistema de retención infantil apropiado. La ley 19.061 establece que los niños, desde que nacen hasta que alcancen 1.50 metros de altura, deben viajar sujetos por un sistema de retención infantil adecuado a su peso y estatura o de lo contrario estarán expuestos a gravísimas lesiones en un siniestro de tráfico. Pensando en las características corporales de cada etapa del crecimiento del niño hay sistemas específicos para protegerlos.
La Fundación “Gonchi Rodríguez”, ha constado que el uso de sillas apropiadas reduce en un 75% las lesiones que sufre un niño es caso de siniestro porque evitando que el pequeño golpee contra otros ocupantes y partes del vehículo.
Motivos comprobados
La utilización de un cinturón común no es apropiada para la distribución de peso, la maduración muscular y ósea de los niños, que es muy diferente a la de los adultos. Para nuestros niños, incluso el uso de un cinturón común puede resultar casi tan dañino como estar suelto porque al sufrir un impacto las energías y esfuerzos generados pueden causar algunos daños específicos.
Los grupos de niños se diferencian por peso y altura; recién cuando superan 1,50 metros de altura, su cuerpo tiene un desarrollo óseo y muscular suficiente como para utilizar cinturones de seguridad de tres puntas común.
Las indicaciones destacadas son válidas e imprescindibles tanto para el transporte familiar como para el transporte escolar colectivo.
Educación y cultura
La utilización de los sistemas de retención infantil son naturalizados por los adultos siempre tenemos la rutina de utilizarlos, coloncándoselos a ellos y también sujetándonos nosotros mismos al ponernos al volante. Si crecen con la costumbre incorporada será menos infrecuente que «rezonguen» por su utilización e incluso serán ellos mismos quienes reclamen la utilización de los elementos de seguridad de los demás pasajeros del vehículo.